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Un Hombre se Encuentra con Jesús

  • Thairubys de León
  • 24 sept 2017
  • 4 Min. de lectura

La luz era tan resplandeciente que no pudo ver más lo que estaba frente a él. Aquel hombre iba por aquella vía apresuradamente para cumplir con la misión que, según él, Dios le había encomendado. En sus manos llevaba la orden para que cuantos el considerara culpables fueran arrestados inmediatamente, ninguno se le escaparía. Fueran hombres o mujeres, si encontraba algún seguidor del Camino lo arrestaría sin piedad alguna. Cuando ya había casi llegado a su destino esa luz lo sorprendió y no pudo continuar. Pero más que la luz lo que realmente lo sorprendió fue la voz que escuchó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Saulo preguntó: “¿quién eres Señor?” Y una vez más la voz se escuchó: “Soy Jesús a quien tu persigues”. Solo esas palabras bastaron para que Saulo reconociera a quien le hablaba, era a Él a quien había ido a buscar, pero no esperaba encontrarlo así.

Solo esas palabras fueron suficiente para que decidiera obedecer a Jesús. Pero algo más pasó. Saulo no pudo ver desde ese momento así que fue llevado por sus acompañantes hasta Damasco. Jesús le pidió que se quedara allí y esperará instrucciones en ese lugar, y así lo hizo. ¡Sí! luego de que lo había perseguido durante mucho tiempo, sólo escuchó su voz y decidió seguirlo y cambiar su vida. A continuación estudiaremos algunos de sus cambios.

Se bautizó (Hechos 9:9-19): Estando en Damasco Saulo no comió ni bebió durante tres días. Mientras esperaba las instrucciones del Señor recibió la visita de un hombre llamado Ananías, que había sido enviado por Dios. Ananías tenía miedo de ir porque conocía la vida de Saulo, sin embargo atendió al llamado del Señor. Cuando llegó colocó sus manos sobre Saulo y él recobró la vista. Y al levantarse de ese lugar fue bautizado y ya no fue llamado Saulo, sino Pablo. Cuando Saulo recobró la vista dejó de mirar sus intereses y comenzó a mirar los de Jesús. Necesitó un solo encuentro con Jesús para tomar su decisión de bautismo, no requirió de muchos estudios bíblicos ni de grandes predicaciones, únicamente escuchó la voz de Jesús.

Comenzó a predicar (Hechos 20:31): Saulo no sólo decidió inmediatamente bautizarse, sino que la Palabra de Dios registra que comenzó a predicar acerca de Jesús, en el mismo lugar donde lo conocían como un asesino, sin importarle lo que pensaran de él. La Palabra de Dios registra que predicaba con valentía (Hechos 9:27). Esto es muestra que después de su encuentro con Jesús su vida no fue la misma. Los discípulos se sorprendían por su cambio, algunos creían que fingían. Cuando todos conocieron que era sincera su transformación los judíos decidieron matarlo. Ahora, él tenía que huir así como había hecho huir a otros. Su vida había cambiado para siempre, ya no había vuelta atrás.

El libro de los Hechos de los Apóstoles presenta toda la historia de los viajes misioneros de Pablo. Él no se limitó a los que tenía a su alrededor. El mensaje del Evangelio tuvo tanto poder para él que fue el combustible que lo llevó a lugares donde en esa época parecía imposible llegar. Mientras predicó también sufrió por Cristo, recibió azotes, fue apedreado, estuvo en la cárcel, naufragó, pasó hambre y frío (2 Corintios 11:24-27) pero no se detuvo. El fuego del amor por Cristo lo impulsaba a seguir.

Cambió sus prioridades (Filipenses 3:4-7): En la carta a los Filipenses Pablo menciona todo lo que para él tenía valor antes de encontrarse con Jesucristo. Pablo señala en esa lista, que era circuncidado, hebreo, fariseo, fiel a la ley, y todo lo que en ese contexto cultural le podía colocar en un alto lugar en la sociedad. Todo eso lo dejó al decidir seguir a Cristo, incluso todo eso se volvió perdida para él por el amor de Cristo Jesús. Lo que para Saulo había sido importante, e incluso era su identidad y lo que determinaba sus acciones ahora para Pablo no valía nada. Sólo el amor de Cristo puede hacer semejante transformación, el hombre por sí mismo no puede. Para él lo más importante era haber tenido el privilegio de conocer a Jesús, y ahora vivía en pos de ser partícipe de la resurrección de Cristo, sin importar si eso incluía ser partícipe de sus padecimientos.

Conclusión:

Como jóvenes caminamos en la vida sin tener muy claro a donde ir, pero sin importar en que dirección vayamos Jesús tiene planeado un encuentro con nosotros. Pero, cuando eso suceda Jesús va a esperar que actuemos como Pablo, que al conocerlo dejemos de mirar nuestros propios intereses, que al escuchar su voz decidamos obedecerle. Cristo espera que al encontrarnos con el nuestras prioridades cambien.

Quizás estemos más interesados en seguir nuestro propio camino que en encontrarnos con Jesús, aun así Él tiene planeado un encuentro contigo. Quizás ya te encontraste con Él, pero aún no decides cambiar tus prioridades. Pablo tuvo un solo encuentro con Jesús y su vida fue transformada por el poder de Cristo y porque el mismo Pablo aceptó hacerlo, pues Jesús no lo obligaría. ¿Cuántos encuentros necesitas tú para cambiar tu vida?

 
 
 

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